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EL ESTOICISMO MEXICANO
- Autor : Victormiaz
- Fecha : Martes 19 de Marzo de 2013 07:52
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En México el yo exterior activo como autoconsciencia que actúa para oponerse a un gobierno, a un sistema en busca de su libertad individual es incipiente. Esto a efecto de cambiar su mundo y eventualmente cambiar el mundo inmediato. Esto, en conjunción con otros yo autoconscientes ha tenido una larga lucha y hasta ahora ha perdido cada batalla decisiva. Sin embrago, hay un movimiento importante que hace posible dar esa lucha por ese yo en busca de la libertad. Libertad amplia que comienza en lo político sigue en lo económico y de allí se debe expandir a todos los ámbitos del quehacer humano.
En la revolución de 1917 no existió ese yo exterior, autoconsciente de lo que en plenitud era la libertad del individuo. Fueron las necesidades inmediatas y materiales las que empujaron a los individuos a oponerse al gobierno tiránico y totalitario de ese momento. No hubo una ideología que guiara a los revolucionarios. Esa falta de ideología se sintió en toda la revolución y solo después de terminada esta, fue posible hacer una ideología popular en forma artística: el Muralismo, con toda su fabula de lo que debió haber sido la vida e historia del mexicano. Aquí no discuto la grandiosidad del arte mural sino la ideología viviente, palpitante que tanto subyugó a los mexicanos y hechizó a los extranjeros con sus colores y formas impregnadas de estoicismo místico.
El triunfo de la revolución mexicana fue el triunfo bruto, descarnado de las necesidades objetivas, ausentes de ese yo empírico autoconsciente que sabe su fin libertario. Por eso, inmediatamente fue posible la sujeción del pueblo mexicano bajo un régimen totalitario que reinstaló y confinó al pueblo a su yo interno que habita en las tierras del estoicismo. La ilusión de libertad que se logró proyectar hacia el exterior de manera parcial fue apuntalada por los años de oro del cine nacional. El arte exportaba ilusiones de bienestar, libertad, una vida idílica, un Estado de Derecho inexistente y un machismo. La exaltación de la hombría mexicana fue forma y canto activo dentro del ámbito familiar y de la cantina pero incapaz de tomar acción alguna contra los sucesivos gobiernos totalitarios que lo ahogaron sin remedio.
Cientos de años de opresión, de falta de noción de lo que es la libertad. Se tenía consciencia de que la búsqueda de la libertad exterior era una cosa inalcanzable. Desde antes de la llegada de los españoles (El Estado lo era todo), el yo interno faltaba. Durante la Colonia en la que se implantó como remedio el estoicismo a los vencidos dio como resultado (entre otros factores), la dictadura de Díaz y el posterior gobierno totalitario del Partido Revolucionario Institucional.
El estoicismo no quiere la libertad exterior sino sumergirse tan hondo como sea posible en el abandono de todo deseo exterior para liberarse interiormente. Allí no hay tirano que pueda llegar y en caso de que sea tan osado para ir a tan insondable hondura seguramente se perderá. Tal era la actitud de los mexicanos ante el mundo. El callar y acaso rumiar pero nunca ser claros. Que otros expresen lo que es o no el mexicano. Ladinos eran llamados los mexicanos por su silencio. El amo, el gobernante no sabía que pensaba, que quería. Todo era sufrimiento silencioso. Por eso al llegar la revolución mexicana con toda su brutalidad los gobernantes burgueses y los extranjeros nunca pensaron que fuera esto posible.
Durante más de setenta años se sometió a toda costa y costo al mexicano a vivir en su yo interior. A vivir en la esperanza de un mundo del más allá donde los malos deberán pagar por fuerza y designio divino las cosas malas que en este mundo hicieron. Sin cuarta y sin palo, Dios castiga, se decía. Es decir, en medios físicos ni en la vida. La justicia estaba reservada solo al Dios cristiano y en la otra vida. Rey de reyes se le decía. No importa cuánto suframos aquí en este mundo de pecado y corrupción, en la otra vida estaremos sentados al lado del único Dios gozando de la vida eterna, se pensaba.
El Neoliberalismo tuvo que haber venido a romper este paradigma e introducir una crisis entre la realidad y el mundo estoico del mexicano. Hace treinta años el mexicano tenía una ideología contraria a la de los norteamericanos y al consumismo por el consumismo. Hoy, esto ha cambiado radicalmente. Se debía sacar al mexicano de mundo interno para hacerlo activo y responsable ante la vida. La Teología de la liberación fue un intento por sacudir del mexicano la apatía. El movimiento zapatista persigue ese fin. El triunfo o fracaso está todavía en veremos.
El despertar del yo exterior autoconsciente empezó por lo político. Las elecciones de 1988 significan su primera manifestación importante y más clara. La pérdida gradual del poder totalitario por parte del gobierno hasta entonces oficial, es, consecuencia del despertar ciudadano (el yo exterior), que desea cosas, que sale de su interior para tratar de transformar su mundo individual y si es posible el que después este a su alcance. Ya hay una especie de mexicano que no se conforma con aceptar el sufrimiento en su interior sino que desea cosas y entre esas cosas lo inmediato que se le opone es lo político y sobre ello ha enfocado sus fuerzas para derribar esa valla que lo obstruye.
Las redes sociales han jugado un papel importante en el despertar del yo empírico, autoconsciente y de la acción en la política y en espera de ampliarse hacia los demás ámbitos. La retórica discursiva del gobierno mexicano se vio de pronto asaltada por un torrente de opiniones contrarias a sus intereses conservadores. El mundo estaba cambiando y ese cambio llegó de manera insospechada. Ya no se podía moldear a la nación bajo un mismo molde político y conducirlo de manera acrítica hacia el corral político tradicional.
Con el rompimiento del partido oficial y el surgimiento de otros partidos se diversifico el pensamiento del ciudadano y este buscó alternativas nuevas. Las elecciones del año dos mil dieron cuenta de que la sociedad mexicana había cambiado de manera irremediable. Los ciudadanos empezaron por dividir su voto y la composición partidista del gobierno administrativo federal, de los estados, del Congreso Federal y de los congresos de los estados. El órgano judicial y de más instituciones no fueron excepciones.
Ahora bien, en lo social y político no se pueden esperar soluciones matemáticas o científicas a manera de las ciencias exactas o siquiera de la lógica. En estos ámbitos son los ciudadanos los que hacen o no posible que las cosas vayan en una u otra dirección. Para bien o para mal.
Los actuales movimientos que piden enérgicamente la implantación de la democracia, empezando por lo político y de allí derramar esa democracia hacia otros ámbitos, son señales inequívocas de que se está desahitando paulatinamente el mundo interior del estoicismo mexicano para aflorar el mexicano con su yo autoconsciente y de acción que busca transformar su realidad a toda costa y por todos los medios. Este movimiento ha querido ser minimizado por el actual gobierno a través del discurso oficial que proclama ser el más interesado en otorgar libertades y ser no solo el mejor sino que el único en saber el fin y el camino para llegar a ello.
Este movimiento libertario no debe dejarse engañar como lo han hecho los partidos que deberían de ser opositores. La liberación del yo individual externo es tarea primaria y básicamente individual, de cada persona que tome autoconsciencia de esta necesidad y posibilidad. El gobierno no desdeña este despertar y ha implementado una estrategia que quiere invadirlo todo. Desde la política interior (Pacto por México), como exterior (Pretendido liderazgo), hasta la manipulación del ciudadano (Cruzada Nacional Contra el Hambre) o los demás programas asistenciales que tienen como fin la represión de la liberación del yo empírico, autoconsciente (que el mexicano en la cantidad posible siga en la inacción recibiendo populismo, paternalismo).
Sin embargo, el gobierno apuesta a un fin ya fuera de su mano: el regreso al pasado. Las añoranzas de ese pasado totalitario son ilusiones que no volverán tal como lo hermosea Gustavo Adolfo Bécquer en su poema “Volverán las oscuras golondrinas”:
“Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala en sus cristales jugando llamarán; pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres... Esas... ¡no volverán!”
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