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FAMILIA Y EDUCACIóN
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Lic. Roberto Román Arias
La educación se recibe en casa, dice la conseja popular, atribuyendo ese gran compromiso a la familia como centro nuclear social que forma, conforma o deforma a las personas.
En efecto, la sociedad ha comprendido que pese a que se diga que los niños van a la escuela a “educarse”, y los institutos escolares lleven siempre el concepto de “educación” en sus diversas variantes, la verdad es que los niños van a la escuela a “adquirir conocimientos científicos”.
Cierto es que los maestros tienen en su haber laboral una serie de compromisos en la formación intelectual y cultural de sus alumnos. Son los profesores quienes nos enseñan las primeras letras, en la gran mayoría de casos son quienes nos han enseñado a quienes hoy somos adultos, a “dar los buenos días”, pedir “con permiso”, dar las “gracias”, “no decir palabras obscenas”, “no mascar chiclets cuando hablamos”, “no escupir”, “no poner apodos”, decir “¡salud!” cuando alguien estornuda, etc, como valores educativos y como parte de lo establecido socialmente; aunque luego nos preguntemos por qué responder “mande”, cuando alguien nos habla, si no vamos ni queremos aceptar ninguna orden, o por qué decir “salud” cuando se estornuda y no cuando se tose.
Los modismos sociales, los convencionalismos, los tabúes sociales nos lo van enseñando en el núcleo familiar antes que en la escuela. Los profesores hacen su parte reafirmando a veces las enseñanzas del convencionalismo que nos inculcan en nuestros hogares.
Es la familia entonces de donde proviene eminentemente nuestra educación, aunque una gran parte la adquirimos en nuestro entorno social con quien convivimos.
La palabra educación, proviene del latín “educare”, que significa “guiar, conducir” “formar, o instruir”, y su acepción es muy amplia abarcando desde enseñanza, hasta vinculación social y prácticas de convivencia. Sin embargo, la sociedad cree que el trabajo de los profesores, casi como el de los sacerdotes, es “hacer aprender” los “buenos modales” a sus educandos.
Aunque la labor de los profesores en la educación es importante, la responsabilidad educativa deviene única y exclusivamente de los hogares y por tal de la familia. Baste decir que si una persona nunca va a la escuela, no por ello deba ser una maleducada; podrá tener conocimientos limitados sólo a su experiencia, pero ello no implica que no conozca las formas de comportamiento moral dentro de la sociedad.
Pero la sociedad ha crecido y nuevas formas culturales se entrelazan hasta formar un entramado que rompe costumbres y convencionalismos. Un nuevo peligro asoma y amenaza a las familias.
Las formas y modelos de pensamiento han cambiado. Hombres y mujeres tienen una nueva visión del mundo y del ser como ente social.
En la actualidad la familia como grupo nuclear se ha visto amenazada, una especie de fuerza centrífuga busca su separación cada vez más. Abundan los divorcios, las uniones libres, las madres solteras, y los “quedados” que prefieren vivir solos para no tener el compromiso de pareja.
Riesgo en Tabasco
De acuerdo a datos emitidos por el Tribunal Superior de Justicia de Tabasco (TSJ), en el año 2007 se separaron dos mil 506 matrimonios, de los cuales mil 429 lo hicieron en mutuo acuerdo, y los mil 77 restantes en forma necesaria (El Heraldo de Tabasco, 24/04/2008).
Para el 2008, “los divorcios se elevaron a mil 293 necesarios y mil 512 voluntarios, mientras que en el 2009, fueron mil 296 y mil 563” (Tabasco Hoy 31/10/2010).
Pese a que las cifras no van directamente en ascenso, el presidente del TSJ, Rodolfo Campos Montejo, ha señalado que Tabasco ocupa el cuarto lugar a nivel nacional en demandas de divorcios, entre algunas causas porque los “problemas familiares van en aumento aunado a la violencia intrafamiliar” (El Independiente, 18/01/2011).
La situación se agrava día con día para las familias nucleares. Tal pareciera que el desarrollo social trae consigo una fuerza centrífuga y esa situación alcanza a nuestra entidad, pese a que los políticos gritan a los cuatro vientos una y otra vez que “Tabasco es una gran familia”.
Cabe preguntar: ¿Hay que culpar también a los maestros por esas nuevas actitudes de las generaciones contemporáneas? ¿Es que acaso los maestros no están educando a las nuevas generaciones inculcándoles la unidad familiar? ¿Está fallando la educación institucional, la iglesia o las familias?
Como bien decíamos líneas arriba, la educación proviene de nuestra cuna, los conocimientos científicos de las escuelas. Las familias están fallando y la realidad amenaza con pulverizar esa institución que ha persistido desde la prehistoria. ¿De quien depende sus persistencia y continuidad? de la misma familia, no hay más opción. La educación que damos a nuestros hijos es la que se refleja, si no cuidamos a la familia como institución, no nos sorprendamos ver a nuevas generaciones realizando actos ilícitos y condenables con una gran pérdida de valores morales, éticos, sociales y hasta culturales, todo porque no hemos sabido educarlos.
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