Vox Populi Ver todos
FELIPE: SU SERENÍSIMA MAJESTAD SEGUNDA
- Autor : Victormiaz
- Fecha : Sábado 15 de Septiembre de 2012 21:39
- Tipo de Usuario :
- Visitas : 3,124
Siempre hay una cierta peligrosidad al llegar a viejo. Felipe nos ha mostrado que si además de la edad se tiene el poder publico, entonces, la cosa se agrava. Llegó muy ufano y satisfecho de haber cumplido cincuenta años (como si hubiera sido el primero y único de la Historia Mundial en cumplirlos). Todos sus incondicionales y lambiscones lo rodearon por tan magno suceso. No faltaron, de todos lados, las felicitaciones de gente importante monetariamente hablando. Llamadas de intelectuales de alto cuño no se sabe si hubo. La mayoría de la clase media tomó como una sátira el hecho. El pueblo llano es evidente que como dice Román Revueltas ni se enteró, estaba en lo suyo (jorobándose el lomo), comenzando por Aguascalientes y de allí se extendió a toda la nación.
Ya en la intimidad la mujer de Felipe no tenia ojos para abarcar tan inmensa persona en que se había convertido su marido. La posteridad corría ansiosa para envolver a Felipe desde el presente. Ni una nueve se podía observar en el límpido cielo del territorio mexicano que, sereno honraba a su héroe. Las aves volaban alegres rindiendo homenaje a su Serenísima Majestad Segunda.
El festejado como a Nerón se imaginó que el artista que pujaba dentro de su ser irrumpiría con cantos, poemas, novelas y cuentos de alto cuño. Las sonrisas de felicidad derramándose se multiplicaban como plaga de marabuntas. La posteridad dorada, pensó Felipe. Miró el cielo y dos lágrimas pudorosas se asomaron por los rabillos de sus ojos miopes. Sintió un nudo salino en la garganta. Hizo un grande esfuerzo para mantener la cordura tal y como corresponde a los hombres de su talla. Por un momento tuvo la visión fugaz de ver a Napoleón vestido con su atuendo fulgurante de General, él también era un guerrero y no cualquiera sino Comandante. Camarada deletreó al aire diáfano.
Los invitados lo esperaban para la tertulia. Su generoso Corazón lo empujó a derrochar amor, humanismo puro. La gente estaba semi-congelada. Tomó su lugar. Todos al unísono, por jerarquías, comenzaron a moverse hacia sus respectivos lugares. Lo habían estado esperando. Otra vez el sentimiento lagrimoso lo atacó. Desenvainó su espada imaginaria y cortó todo vínculo con la cursilería, con la debilidad de los comunes.
Un rato después de iniciada la comida, el Sagrado deber lo inspiró y no pudo dejar de compartir una pequeña intimidad de Estado. Tocó con la cuchara de plata el fino vidrio de su copa. Al inicio no hubo respuesta. Sin embargo, sus incondicionales a poco hicieron que el ambiente quedara en total silencio, ni la respiración de la gente se podía escuchar.
Bien, dijo y todo el mundo se apresuró a poner toda su atención para beberse las palabras envinadas con sacro bebedizo de consumo exclusivo; el orador se aclaró la garganta. Un guardaespaldas de primer rango le allegó un vaso con agua. Bien, volvió a decir. Su mujer se enjugaba las lágrimas en un rincón con el recato conveniente. Su adorado amor tenía la grandeza de un poeta griego. Píndaro, no, un peldaño más arriba.Bien señores, agradezco sus sinceras muestras de cariño y sé que entienden la altísima labor que me ha encomendado el pueblo y que yo he podido acatar sin importarme los peligros a que me he visto sometido. Sin importar si es de noche o de día, he logrado salvar a la patria. Esta patria que tan menesterosa de mi, ha tenido a bien encontrar en mi, el mas alto exponente de la democracia. Me voy, y de aquí en adelante me dedicaré a escribir mis sacras memorias y a rememorar con mucho cariño este alto honor que la nación me ha conferido.
Finalmente quiero compartir con ustedes que al inicio de mi labara gestión estuve en el más grande peligro que estadista alguno haya vivido. Los malos quisieron derribar mi avión. Un murmullo recorrió las mesas y pasillos hasta llegar al público. ¡Ejem, ejem!, lo que digo no es una bravata, no, tuve la atingencia de grabar un mensaje en video para que en caso de mi muerte, sirviera como un adiós amoroso para mi dulce mujer y mis hijos. Sin embargo, pude sortear todos los peligros con la única arma que todo verdadero hombre tiene: el valor varonil. Una a una fui destruyendo las insidias de mis enemigos que son los del pueblo. Ese pueblo que tanto me adora. Carretadas de aplausos sinceros tronaron por un tiempo de no menos de quince minutos. La patria había sido salvada por el único estadista de altura de esta nación tan necesitada. Ni hablar.
Todos los revolucionarios de principios de siglo no eran más que viles asesinos y matones comparados con él. Cicerón se hubiera ruborizado ante el uso tan pulcro de la retorica. Cuatro discursos había necesitado el romano para librar al imperio de las asechanzas de Catilina, él con uno solo tenía a sus pies a la nación. El porvenir glorioso era suyo sin ninguna duda, sin ninguna mancha. Impoluto era la palabra adecuada. Terminó la fiesta y la algarabía.
En los círculos de seguridad nacional afanosamente buscaban el bendito video en donde estaban las sacras palabras del líder y ya héroe nacional, colocado más allá de todo bien y de todo mal. Más no tuvieron éxito los funcionarios de alto rango para encontrar el dichoso video. Con todo, no tuvieron el mínimo recelo, su Serenísima Majestad seguramente había tenido la atingencia de resguardarlo bajo las más estrictas medidas de seguridad incluyendo la secrecía. Se formó un comité para suplicar a su Serenísima les indicara y permitiera sacar de su resguardo tan valioso tesoro de seguridad nacional y reproducir las bellísimas imágenes del siervo de la patria para que el pueblo entero lo adorara con fervor religioso. A ese extremo había llegado ese dios hecho carne.
A los tres días siguientes en que visitaron a su dignísima majestad, ninguno de los comisionados se atrevía a tomar la iniciativa. Ante lo cual, su Serenísima inquirió ¿si?. Vera, señor… el pueblo quiere ver las imágenes en video con que se apuntalará la grandeza suya. ¿Video?, ¿no basta con mis palabras?, ¿dudan de mí?, no tienen la mínima idea de mi importancia y mi labor patriótica. Los hechos hablan por si mismos. No señor solo que…¡a callar!, dijo su Serenísima echando espumarajos por la boca. ¿Cómo podían pedirle semejante cosa tan vulgar?, video, video, pruebas, pruebas… gente ignorante. Él era la verdad ¿Qué mas pruebas querían?. Los echo de sus oficinas con una mirada. ¡Querían derribar mi avión, querían derribar mi avión, ¿lo oyen?, ninguno toca mi avión!. ¡Mi avión, mi avión!. Se oyó decir a su Serenísima Majestad Segunda desde la soledad de la oficina propiedad de la nación. Los comisionados no lograban acertar a manifestar cosa alguna y menos a actuar en consecuencia. El fin, el fin estaba próximo.
En un rincón la esposa abnegada se enjugaba las amargas lágrimas que le brotaban sin cesar. Bien comprendía que la edad y el poder todo lo arruinan. Cronos el dios romano del tiempo se perfiló bajo una horrible figura: comiéndose a sus propios hijos. El poder absoluto corrompe absolutamente, reza una máxima política. La acongojada mujer estuvo a punto de caer presa del inmenso dolor. Atisbó el horrible futuro que se les abría bajo sus pies. Era el fin. Tan solo pudo balbucear: ¡Ay, Felipe para mal cuentero vas a estar bien!.
Califica este artículo: |